Realizamos la primera expedición de exploración a la Loma Piyoyo

El pasado fin de semana nos fuimos ocho Patas Sucias en una expedición de exploración a la Loma Piyoyo, punto más alto en la zona de Bonao, en la Provincia Monseñor Nouel. Estas exploraciones son reservadas para los miembros del Trekking Crew, ya que requieren experiencia previa en backpacking y un profundo sentido de aventura.


Según el mapa topográfico, la Loma Piyoyo se levanta a 1,270 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra sobre la línea montañosa que se eleva al oeste de Bonao, a la cual se asciende por un conjunto de senderos rurales en muy mal estado. Nuestro recorrido propuesto inició en la comunidad Los Quemados, exactamente en su malecón, aunque nuestro mapa indicaba que ese punto se llama Los Fríos. Esperamos que con nuestras aventuras se vayan mejorando los mapas locales y con los datos digitales se actualicen las medidas.


Iniciamos nuestro ascenso por el sendero que lleva a la cima de la Loma La Balsa, a poco más de 1,200 metros de altura. Nuestro trabajo consistía en ir probando los distintos senderos durante el ascenso, ya que no todos están descritos en los mapas vigentes. De este modo encontramos, y documentamos, fuentes de agua, lugares con oportunidades para campamento y puntos interesantes con vistas hermosas. Esta es una experiencia inigualable de descubrimiento y emoción.


En nuestro trayecto, ya dejando atrás la cima de La Balsa, nos encontramos con una casa de madera abandonada, de tres pisos, justo en el medio del sendero. Luego nos contaron los campesinos que esa vivienda pertenece a los dueños de los terrenos agrícolas de la zona, y que fue abandonada después de los estragos que causó el Huracán George, en el año 1998, a los cultivos de por ahí. Al cruzar por ella pudimos admirar los detalles con que había sido construida y el impacto que tienen la naturaleza y el tiempo en las cosas que construimos (20 años no son nada ¿verdad?). Pudimos imaginar cómo fue la vida en esta vivienda y meditamos un poco sobre lo que fue haber vivido allí, sobre las montañas, entre tanta vegetación frondosa y abundante.


Lamentablemente, nuestro sendero desaparecía a los pocos metros de la casa abandonada, cubierto por una espesa maleza y por troncos y ramas caídos, a pesar de que en el mapa vigente el sendero sigue marcado. Se percibía fácilmente que hacía tiempo que por esos caminos no pasaba persona alguna. Imposibilitados de seguir la ruta por el sendero elegido, y comprendiendo que el tiempo y las energías no nos daban para descender toda la montaña e iniciar otra ruta alterna, decidimos retornar sobre nuestros pasos hasta un lugar que habíamos vislumbrado, con gran potencial para un campamento. Se trata de un área destinada a la agricultura, en la que recientemente habían recogido el producto producido. Allí nos dirigimos con entusiasmo procurando llegar antes de que se pusiera el sol.


Al llegar al lugar conversamos con el agricultor que allí custodiaba, para obtener su permiso de acceso y para solicitar un poco de agua para beber y bañarnos. El hombre, de muy buena gana, nos ofreció ir hasta el arroyo con su mulo para traernos agua suficiente. Esa es una de las maravillas del dominicano del campo, que aún en su pobreza es capaz de desprenderse para ayudar al desconocido que pasa por su casa. A las pocas horas se apareció el hombre con seis botellones de agua, que fueron más que suficientes para saciar nuestra sed y para limpiar nuestros cuerpos.


Disfrutamos de una noche tranquila, a la luz de las estrellas, y de una pequeña fogata que preparamos. Nos acostamos relativamente temprano como resultado del arduo día que tuvimos, aunque nos levantamos varias veces en la noche para admirar un cielo lleno de estrellas. Disfrutamos también la vista sobre Los Quemados y sobre Bonao, ambas iluminadas por las luces que descubren la urbanidad, al igual que la Autopista Duarte, que se veía serpentear a lo lejos. El clima fue muy agradable, alcanzando los 17°C, y en la mañana el sol nos despertó con su cálido abrazo. Ya estábamos listos para un rico desayuno e iniciar nuestro descenso hacia el Río Yuna.


Nuestro descenso fue rápido. Al conocer ya la ruta lo hicimos en mucho menos de 2 horas, por el sendero de menos de 5 km que nos llevaba directamente al balneario del malecón de Los Quemados. Ahí disfrutamos de las bebidas en el pequeño colmado de la zona y nos zambullimos en el río para limpiar todo nuestro cansancio. El lugar es hermoso, pero lamentablemente los locales de la zona no tienen reparos en dejar basura en el río. De manera indiscriminada dejan todo tipo de desperdicios. Plantearnos una vida sin plásticos es una utopía no realista, pero, si no organizamos el manejo de los desechos, pronto perderemos los recursos naturales que tanto nos gustan y necesitamos. La basura debe ser manejada de manera diferente.


Al final del día quedamos con varias lecciones aprendidas, y aunque en esta ocasión no alcanzamos la cima de la Loma Piyoyo, ya iniciamos la planificación de la 2da Expedición de Exploración, que lanzaremos muy pronto. Este es un lugar hermoso con mucho potencial para el backpacking, así que volveremos. Estamos convencidos de que, al dar a conocer el potencial para el ecoturismo sostenible de los espacios naturales, es como lograremos proteger estos recursos. Por eso es que #NosotrosAcampamos.

Insignia especial para esta expedición


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