Lo logramos con gran esfuerzo y por cabezas duras | Mi Testimonio

Testimonios del Trekking Crew 
Por Da Vinci / Gustavo Jorquera

Voy a contar de manera resumida, la aventura vivida en Loma El Escondido.


Marionel (mi amigo y hermano) por primera vez pudo ir a montear, eso y que logré convencerlo. Por cosas de la vida, el sendero de esta ocasión era una exploración o, como yo les digo, una explotación. No sólo eso, sino que resultó ser mucho más exigente de lo que cualquiera habría presupuestado o sospechado. Tan exigente fue, que en más de una ocasión sentimos que la gracia divina puso sobre nosotros su manto protector para que todo saliera sin mayores inconvenientes.


Éramos un grupo pequeño, en relación a lo acostumbrado, sólo 12 personas aparte del Sensei; lo que de alguna manera fue óptimo en el sentido de que hizo más sencilla la tarea de acompañamiento. Celebramos las 60 noches acampadas de Sirenita (Wendy) en lo alto de la loma.


El problema nace, o se centra, en que hubo un largo trecho en el que, sin posibilidad de tomar un mejor camino, anduvimos por un pseudo-trillo, más pequeño que un paso de vaca, por la ladera de la montaña, al borde de un precipicio que sólo en sus inicios rondaba los 900 metros de altura. Seguimos subiendo, contra todo pronóstico, hasta por fin encontrar un lugar donde acampara a los 1,551 metros, más o menos. Logramos esto con gran esfuerzo y cabeza dura, justo a tiempo para ver caer la noche mientras montábamos campamento; exhaustos, tensos y ligeramente irritados, por tanta incertidumbre, esfuerzo físico y peligro que soportamos. Lo superamos a lo largo del ascenso, a través del follaje de la montaña, con una inclinación muy cercana a los 80 grados, ayudados en su mayoría sólo por las plantas que sosteníamos con tanta firmeza como nuestra renovada fe, en lo que sea que cada uno creyera, esperando no caer y poder salir de una pieza de esta aventura, sobreviviendo así para contarla.


Fue un reto inmenso, y una iniciación sin precedentes para Marionel, a quien apodamos El Pino, que, con suerte, se volverá El Tronco; pero tal cual los argumentos que usé para convencerlo, fue la recompensa, la satisfacción, la alegría, orgullo, alivio y demás emociones y sensaciones gratificantes que experimentó al cumplir la meta de completar el recorrido contra viento y marea.

Siento que nuestra hermandad alcanzó un nuevo nivel. Que gracias a la experiencia pudimos crecer sacando conclusiones a través de la interpolación y extrapolación de lo vivido, y que tenemos otra gran historia para contar en el futuro; en el cercano con los amigos y en el lejano con los nietos.


Jayro
, el fotógrafo, resultó ser un caballero muy cortés y atento y me hizo una gran foto para las redes. Hicimos buena liga al descubrir que hemos ido superando situaciones similares. Compartir experiencias me brindó un nuevo enfoque sobre mis vivencias al tiempo que reforzó la decisión del camino que he tomado.


Pude conectar mejor con Vladimir, antes llamado La Grúa, ahora rebautizado como El Puma (mountain lion), por su agilidad incomparable para desplazarse por las escarpadas cimas, pero en su mayoría por lo colaborador, preocupado y protector que es; encontrando siempre el mejor camino y tendiendo la mano, literal y metafóricamente a todos cuando lo necesitamos, como por ejemplo en aquellos momentos donde el miedo, el cansancio o un resbalón intentaban tirar nuestra moral y temple por el piso, o a nosotros mismos montaña abajo.

A Rodrigo le dejamos como tentativo los apodos La Brújula o El Sabueso, porque llegado un momento, se hartó de tener miedo y avanzar lento y se adentró en sí mismo, alcanzando un estado de flujo, o en la zona, como también le conocen, que no sólo lo llevó a adelantarse y encontrar un muy buen lugar para acampar, sino que también a quitarse el t-shirt y dejar al descubierto su torso esbelto y libre de toda marca.


A mí me bautizaron como Da Vinci, luego de contar un poco sobre mis hobbies y habilidades cuando el t-shirt rozado de Abrazos Gratis que llevaba Rodrigo se volvió el tema de conversación durante un descanso en una roca firme, ya en el descenso. Stephan, cuyo rostro no sólo refleja gran nobleza, dulzura, paciencia y sabiduría, sino también el sex-appeal de algún galán estrella de Hollywood de los 70´s, fue quien propuso la idea después de haberme identificado como un humanista, y fue secundado por su pareja Karla, quien sin importar las dificultades que enfrentase, que cabe destacar no fueron pocas, siempre mantuvo una sonrisa en su rostro y su objetivo de completar la hazaña del sendero, claro, tan claro que pudo mantenerse abierta a los consejos e instrucciones del Sensei en momentos de dificultad, y a las porras que nosotros con buenas intenciones y gran ahínco le dábamos para ayudarla a serenarse cuando parecía que comenzaba a perder la calma.

Podría seguir por varias páginas más contando en detalle cómo y por qué fue este sendero tan interesante, como por ejemplo ver con fascinación la sinergia entre Jomabert, con quien tuve una hermosa y vigorosa discusión (intercambio de ideas) sobre los samuráis y su protocolo de batalla, y su esposa Posairis, quienes trabajaban y avanzaban en sincronía, como la unidad que debe ser el matrimonio, siendo ellos los primeros en lograr las metas de subida y de bajada.

O también mencionar como Miguel, alias Madman, fue para nosotros una versión de nuestro querido Gustavo Tavares, interesándonos, y en ocasiones desconcertándonos, con sus conocimientos y puntos de vista en la amplia gama de temas que íbamos tratando a lo largo del recorrido, tanto serios como baladíes.


Todo esto sin olvidar a la festejada, la única e inigualable Sirenita, quien cuenta con la energía de un sol y la alegría de una primavera; quien en todo momento convirtió estrés en risas, tensión en canción y cansancio en motivación, haciendo así de su celebración algo más que un acto protocolar para promover el campismo. La convirtió en un merecido y deseado momento de verdadera conexión entre corazones, admiración, contemplación y disfrute bajo la luz de las estrellas más de 1,500 metros, demostrando una vez más, y de manera contundente, el impacto positivo de su persona, del campismo y de la buena compañía que es el Sensei, César Caamaño, que aunque se estresa con gran dificultad, es, al igual que Sirenita, un manantial de energía, conocimiento y bondad.


Sin embargo, lo cierto es que quizás tanta historia y tantos detalles los aburran, y atendiendo a mi intuición y mis sospechas del común aburrimiento que por lo general provoca leer a algunos bajo ciertas circunstancias, me limitaré a terminar este relato en las siguientes líneas, dejando dicho que:

  1. Recordamos a todos y cada uno de los compañeros de sendero que conocemos y compartimos los pros y contras de que no hayan participado de esta aventura, siendo en verdad más los contras porque en verdad los extrañamos.
  2. Todos sin excepción llegamos a decir, al menos en una ocasión, que sería este nuestro último sendero o por lo menos la última exploración, que era hora de escoger otros hobbies; sólo para contradecirnos al final del sendero, o al día siguiente, como ya ustedes podrán imaginar por experiencia propia.
  3. En los momentos de mayor dificultad se hicieron evidentes nuestras prioridades, ya que vimos el verdadero valor de quienes somos y quienes forman parte de nuestras vidas.

#AcamparEsFacil

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